La COP28 nos ha dejado dos titulares tras las negociaciones entre países; el primero, el avance hacia la desaparición de los combustibles fósiles; y el segundo, el objetivo de triplicar la potencia renovable de aquí a 2030. Mientras que el comunicado sobre los combustibles fósiles está siendo estudiado para ver los matices que implica la declaración, el referido a las renovables es rotundo, hablando de triplicar, pero también mencionando una meta tangible y mensurable hasta 2030: alcanzar los 11.000 GW a nivel mundial de nuevas renovables.
Las metas marcadas son similares a las que tenemos en el Viejo Continente y las que ya recoge nuestro Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que menciona un 81% de electricidad renovable y un 48% de la energía para el año 2030. Se trata, en todos los casos, de metas alcanzables, pero enormemente ambiciosas. ¿Qué significa para un país como España? Para que nos hagamos una idea, será pasar de 30 GW de eólica a 62 GW, pasar de 24 GW de fotovoltaica a 76 GW… En total, incorporar más de 86 GW de potencia renovable en los próximos siete años. Si tenemos en cuenta que este año nos quedaremos entorno a los 7 GW y que tenemos que instalar más de 12 GW al año para alcanzar las metas, vemos que el ritmo actual de integración renovable no es suficiente.
Estas son las cifras correspondientes a la potencia, pero, como todo el mundo entiende, no es igual de sencillo pasar del 10 al 20% de renovables que pasar del 60 al 70%. Cuanto más nos acercamos a esa meta ideal del 100% de electricidad renovable, más se complica la integración de la energía, más difícil es la gestionabilidad del sistema y más sistemas de apoyo necesitamos. Especialmente porque la curva de generación de esos 76 GW fotovoltaicos que queremos tener en 2030 es tozuda. El sol no saldrá a otra hora por más que lo necesitemos, lo que implicará gestión de la demanda, almacenamiento, señales de precio, inversión en infraestructuras de red… Y, por supuesto, electrificación.
La electrificación de la demanda es necesaria en un país que, solo en 2022, gastó más de 90.000 millones de euros en importaciones energéticas, arrojando un saldo neto importador de más de 52.000 millones. Para que nos hagamos una idea, el déficit total de nuestra balanza comercial como país fue de 68.112 millones de euros. Y este sangrado que se produce en nuestra economía por las importaciones energéticas se produce, simultáneamente, a la vez que aumentan los vertidos por tener exceso de generación eléctrica renovable y falta de consumo. El problema de nuestro mix energético no es únicamente que tenemos una dependencia energética del 69,9%, es que no estamos aprovechando de forma inteligente nuestros recursos, manteniendo una dependencia de las importaciones fósiles cuando podríamos estar sustituyéndola por consumo de electricidad renovable generada de forma autóctona.
Cuando Europa defiende con fuerza esos compromisos de renovables en la COP28, es la constatación de que el Viejo Continente necesita apostar por los recursos propios, especialmente en la energía. Es cierto, como algunos señalan, que la revolución renovable necesitará de minerales críticos (nada sustancialmente diferente a cualquier aparato electrónico) y que, en algunos bienes de equipo, como es el caso de los paneles fotovoltaicos, somos también dependientes de las importaciones. Pero no es lo mismo la dependencia del barril de petróleo o del tubo de gas ruso, que si se cierra el grifo se paraliza la economía, que depender de un equipo eléctrico que tiene una vida útil superior a los treinta años.
Al marcar estas metas tan ambiciosas, estamos mandando un mensaje claro: no se trata tanto de alcanzar el 81% o el 71% de la electricidad renovable en 2030, como el hecho de que estamos alcanzando un compromiso de cambio. Y ese cambio no es lento, se acelera año tras año. Las energías renovables fueron el 83% de la nueva potencia instalada a nivel mundial en 2022, con un crecimiento de la capacidad solar del 22% y de la potencia eólica del 9%. Las energías renovables son tecnologías consolidadas, con potencia creciente y costes cada vez menores. Ante unas metas ambiciosas, las renovables responden con una promesa de certeza, la tecnología no fallará. Solo necesitamos establecer las condiciones favorables para que alcancen todo su potencial.
Artículo escrito por:
José María González Moya
director general de APPA Renovables