BP ha presentado los resultados del informe Statistical Review of World Energy 2018. Los puntos destacados de la memoria indican que se ha producido un desplome del consumo de energía hidroeléctrica debido a la dilatación de la sequía en España. Además, se incrementa el consumo de carbón, generando un aumento de las emisiones de CO2 en un 6,9%, el ratio más alto desde 2012.
El consumo de energía primaria en España continuó la tendencia de crecimiento iniciada en 2015, incrementándose un 1,8% frente al año anterior. Sin embargo, una histórica sequía llevó a un desplome del consumo de energía hidroeléctrica de casi la mitad (49,1%) respecto al año anterior. El consumo de carbón fue el que mayor incremento registró con un 28,5%, seguido del gas natural (10,2%). Las energías renovables, por su parte, experimentaron un crecimiento del 2,2%, mientras que el petróleo aumentó un 1,2% y la energía nuclear disminuyó ligeramente, un 0,6%. De este modo, el mix de consumo de energía quedó de la siguiente manera: petróleo 46,7%, gas natural 19,8%, renovables 11,3%, carbón 9,7%, energía nuclear 9,5% e hidroeléctrica 3%.

La generación eléctrica volvió a crecer en 2017, un 0,6%, tras haber caído el año anterior. Consecuencia del cambio en el mix de consumo, el peso de cada fuente de generación cambió en la misma línea. Así, la generación a partir de energía hidroeléctrica pasó a representar un 6,7% del mix frente al 13,25% del año anterior. Esta caída se vio compensada con aumentos notables de la electricidad generada a partir del carbón, que creció hasta una cuota del 16,3% (frente al 13,6% del año anterior) y del gas natural (22,9% frente al 19,2% de 2016). Por su parte, renovables, energía nuclear y petróleo mantuvieron un peso similar en el mix al del año anterior.
Consumo eléctrico mundial
A nivel global, 2017 fue un año en el que las fuerzas estructurales del mercado mundial de la energía continuaron impulsando la transición hacia una economía con menos emisiones de carbono, pero también los factores cíclicos revirtieron o ralentizaron algunos de los avances de los años anteriores. Así, el repunte del PIB mundial, de la mano de una mejora en la actividad industrial con una mayor demanda de energía y la ralentización del ritmo de mejora de la intensidad energética, unidos al giro experimentado en el consumo de carbón, implicaron que las emisiones de CO2 crecieran un 1,6% en 2017. El 63% de este incremento procedió de los países fuera de la OCDE.
En este contexto, la demanda global de energía creció un 2,2%, con un 60% de este incremento procedente del gas natural y de las energías renovables, que crecieron un 3% y un 17% respectivamente, lo que pone de manifiesto una tendencia a largo plazo hacia un modelo energético con menores emisiones. La energía nuclear creció un 1,1%, con incrementos notables en China y Japón, y la hidroeléctrica aumentó un 0,9%, aumento lastrado por la caída de la producción en Europa. Finalmente, el carbón creció por primera vez desde 2013, en un 1%.
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Por su parte, la generación mundial de electricidad aumentó un 2,8% en 2017, un nivel cercano a la media de la última década. La mayor parte del crecimiento, un 94%, procedió de las economías emergentes, mientras que la generación se ha mantenido a niveles similares en la OCDE desde 2010. De ese crecimiento, las renovables representaron casi la mitad (49%), seguidas del carbón (44%).
Por otro lado, el peso de los combustibles no fósiles (nuclear, hidroeléctrica y renovables) en el mix de generación eléctrica estuvo incluso por debajo del que tenían hace 20 años, debido a que el descenso en la generación eléctrica procedente de la energía nuclear no se ha visto compensado, a lo largo de las últimas dos décadas, por el aumento del peso de las renovables. Ello hace necesario, por tanto, un replanteamiento de las políticas energéticas que sitúe el foco en el sector eléctrico.