La biomasa eléctrica, garante rural de la estabilidad de la red… y los precios

La biomasa eléctrica, garante rural de la estabilidad de la red… y los precios.

Vivimos en Europa estos días la tercera crisis en menos de cinco años. A la pandemia se sumó, apenas dos años después, la invasión rusa de Ucrania, y ahora la guerra comercial iniciada por Trump. Si la pandemia paralizó el Viejo Continente y llevó los precios de la electricidad a mínimos, la guerra los alzó a máximos. A la espera de ver qué sucede con la guerra arancelaria, Europa aprendió por las malas que debe reducir su dependencia energética y cuanto antes mejor.

España se enfrenta también a un momento decisivo en su transición energética. El cierre progresivo de las centrales nucleares, tal y como recoge el PNIEC, plantea la necesidad urgente de reforzar la seguridad y estabilidad del sistema eléctrico. Para lograrlo, debemos apostar por tecnologías renovables que, además de sostenibles, sean gestionables. No podemos cerrar centrales nucleares para ser más dependientes de un gas que no tenemos y que introduciría un punto más de inestabilidad económica en nuestro mix. En este contexto, la biomasa eléctrica se perfila como una de las soluciones más sólidas, versátil en sus características y estable en su suministro.

Nuestro país cuenta con uno de los mayores potenciales de biomasa de la Unión Europea. Con una superficie forestal que representa el 57% del territorio y un crecimiento de los bosques del 2,2% anual, muy por encima de la media europea, España ocupa el tercer puesto europeo en recursos absolutos de biomasa, sólo por detrás de Suecia y Finlandia. Sin embargo, este enorme recurso continúa infrautilizado. La media europea de aprovechamiento del crecimiento anual de biomasa forestal se sitúa en el 61%, mientras que en España apenas se alcanza el 40%. Esta brecha supone una oportunidad desaprovechada que, con una planificación adecuada, puede convertirse en un motor para la economía, la seguridad energética y la cohesión territorial.

En un sistema eléctrico cada vez más renovable, donde la solar fotovoltaica y la eólica son protagonistas, la biomasa eléctrica puede desempeñar un papel esencial como tecnología gestionable. A diferencia de las fuentes renovables dependientes de condiciones meteorológicas, las centrales de biomasa pueden operar de forma continua, proporcionando una generación estable, firme y predecible. Esto las convierte en una herramienta clave para garantizar el equilibrio entre oferta y demanda, contribuyendo de forma decisiva a la regulación de frecuencia y tensión de la red eléctrica. La biomasa ofrece energía cuando se necesita, incluso en momentos de máxima demanda o de escasa producción del resto de fuentes.

Pero los beneficios de la biomasa no se limitan al ámbito energético. Apostar por esta tecnología implica, además, revitalizar la España rural. El desarrollo de plantas de biomasa genera empleo en actividades ya existentes como la recogida, transporte y procesamiento de residuos agrícolas, ganaderos y forestales. Este impacto es especialmente relevante en zonas despobladas, donde cada nuevo puesto de trabajo supone una contribución directa a fijar población y dinamizar la economía local.

La biomasa crea sinergias valiosas con sectores tradicionales. La agricultura y la ganadería generan grandes cantidades de subproductos, como los restos de poda del olivar o los purines de la ganadería porcina, que pueden ser transformados en energía. Esta valorización energética ofrece una solución a la gestión de residuos y representa una nueva fuente de ingresos para los productores. Asimismo, el sector forestal se ve beneficiado por la gestión sostenible de los montes, ya que la extracción de biomasa reduce la carga combustible en los bosques, contribuyendo de manera eficaz a la prevención de incendios forestales, una amenaza cada vez más presente en nuestro país debido al aumento de temperaturas.

Todo este potencial no debe hacernos olvidar los retos que enfrenta el sector. El primero, la infrautilización de los recursos disponibles. El segundo, la necesidad de una política energética y forestal que promueva activamente la inversión en instalaciones de biomasa y asegure un marco regulatorio estable y atractivo. También es esencial fomentar la formación y la concienciación entre los actores del medio rural, para que conozcan y participen en las oportunidades que ofrece esta tecnología.

Acelerar el desarrollo de la biomasa eléctrica requiere una visión de país. Una visión que entienda que no se trata únicamente de producir energía renovable, sino de hacerlo de forma inteligente, sostenible, equilibrada y con beneficios tangibles para todo el territorio. Apostar por la biomasa es apostar por una transición energética justa, que no deje atrás a las zonas rurales, que refuerce la seguridad y autonomía de nuestro sistema energético. Es, en definitiva, aprender de las crisis vividas para convertir nuestros recursos naturales en una oportunidad para sostener, cohesionar y transformar nuestro país.

Artículo escrito por:
José María González Moya Director General APPA Renovables