Descarbonización del sector industrial: retos y oportunidades de ahorro

Descarbonización del sector industrial: retos y oportunidades de ahorro.

La descarbonización de la industria será un eje fundamental para alcanzar la neutralidad climática y la eficiencia energética, junto con la innovación tecnológica y la financiación, será clave para cumplir estos objetivos. Reducir la demanda, optimizar procesos y adoptar nuevas soluciones permitirá al sector avanzar hacia una producción más sostenible y descarbonizada.

La Ley Europea del Clima ha servido de marco para desarrollar leyes nacionales en la Unión Europea que establecen medidas para cumplir con el Acuerdo de París, que compromete una reducción del 55% de las emisiones para 2030 respecto a 1990.

En España, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética recoge estos compromisos y despliega medidas para los sectores implicados: energía (generación y uso), movilidad, urbanismo y energía circular entre otros. Entre sus metas, destaca reducir al menos un 23% las emisiones para 2030 respecto a 1990 y alcanzar la neutralidad climática antes de 2050. Para llevar a cabo estos objetivos, la Ley prevé herramientas como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030; la Estrategia de Descarbonización a 2050 o la estrategia de economía circular “España Circular 2050”. 

Según el IDAE, el sector industrial representa el 31% de la energía consumida en España. Dentro de este mix, el 62,5% corresponde a consumo eléctrico y el 34,6% a productos petrolíferos térmicos que, en muchos casos, por la configuración de la instalación o la temperatura requerida, no pueden electrificarse, lo que implica una pérdida de eficiencia. Finalmente, el volumen residual es el utilizado por biocombustibles, calor y otras fuentes.

En este contexto, en Europa y España se ha establecido en los últimos años una amplia normativa para alcanzar estos objetivos y aprovechar la transición para el crecimiento de los mercados asociados, incluido el industrial. Según ICF Consulting, el potencial de ahorro del sector industrial estimado ronda el 20% en casi todos los casos, con máximos en la industria de maquinaria (27%) y la de alimentación y bebidas (26%) y mínimos en la industria papelera y gráfica (19%) y en la de minerales no metálicos (19%).

El marco regulatorio y económico-financiero en el que operarán las empresas españolas en los próximos años promueve la necesidad de transformar el modelo productivo español y ofrece la oportunidad de reorientar la industria nacional. Sin embargo, existen otros factores que impulsan al sector productivo a la descarbonización: según Carbon Disclosure Project, el 74% de las empresas participantes reportan haber mejorado su reputación y el 58% declara que ha mejorado su competitividad. 

Las dos principales barreras para implementar estas medidas son de carácter técnico y financiero. El Informe Draghi, titulado ‘El futuro de la competitividad europea’, destaca que la descarbonización no solo es un imperativo climático, sino también una oportunidad para reducir los costes energéticos y reforzar la competitividad industrial europea. Propone una inversión anual de entre 750.000 y 800.000 millones de euros para impulsar sectores clave como la digitalización y la descarbonización, actualmente interconectados por el potencial de la IA para optimizar sistemas y costes. 

El desarrollo de herramientas de financiación sostenible permitirá impulsar las inversiones en este ámbito, mientras que la innovación tecnológica permitirá desarrollar soluciones a los problemas técnicos y seguir reduciendo el consumo hasta valores sostenibles basados exclusivamente en energías renovables.

 

Papel de la eficiencia energética en la reducción de emisiones
El potencial de ahorro energético en la industria española se basa en dos estrategias: adoptar las tecnologías más eficientes y optimizar la gestión de recursos energéticos a nivel técnico y económico. Aunque muchas de las tecnologías disponibles son similares a las utilizadas durante el último siglo, la digitalización de los servicios energéticos, las instalaciones y la economía están comenzando a impulsar una gran transformación. 

Para avanzar en ambos ámbitos, el conocimiento especializado es esencial. En los últimos años, los recursos se han focalizado en el desarrollo de energías renovables debido a su gran potencial e impacto directo en la reducción de emisiones. Sin embargo, estudios como “Renovables 2024” de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) o “La geopolítica del desplazamiento de la demanda energética mundial” del Real Instituto Elcano, prevén que un mix 100% renovable no podrá cubrir los niveles actuales de consumo, lo que hace necesario reducir la demanda e intensidad energética. 

Es aquí donde la eficiencia energética cobra protagonismo para mantener o mejorar resultados reduciendo el consumo energético. El famoso mantra “la energía más limpia es la que no se gasta” invita a enfocarse en cómo utilizar la tecnología disponible para lograr más con menos. 

Los costes de la energía también son clave: si son demasiado bajos, desincentivan la optimización; pero cuando aumentan por incertidumbre, dependencia de factores externos o alta demanda, pueden comprometer la viabilidad de procesos y empresas, como ocurrió en Europa tras el estallido de la guerra de Ucrania en 2022, que disparó el precio del gas natural, el cual, al usarse para generar electricidad, encareció también la electricidad y sus futuros.

Para mitigar estos riesgos, la eficiencia energética ayuda a reducir la demanda y el consumo final optimizando los procesos para que utilicen la menor cantidad de energía posible manteniendo los niveles de producción. Las iniciativas son muy diversas y varían según la industria, por ejemplo: cambios de formulaciones en la industria química, utilización de nuevos materiales menos demandantes de energía, recuperación de energía en los puntos de emisión, reducción de pérdidas de transporte de fluidos térmicos, implantación de sistemas de gestión de la energía o utilización de IA.

Entre la demanda y el consumo se encuentran las pérdidas energéticas de producción y de transporte. En producción, las nuevas tecnologías son fundamentales, al sustituir equipos antiguos por otros más eficientes y sistemas de gestión que adapten su operación a la demanda real en cada momento. Dentro del ámbito industrial, estas medidas se aplican habitualmente a la producción de fluidos transportadores de energía como agua o aceite calientes, aire comprimido o vapor. Si consideramos equipos puramente productivos, la participación de especialistas es crucial para transferir el know-how adquirido entre instalaciones. 

Las herramientas que emplea la eficiencia energética son diversas. Muchas ya están ampliamente implantadas, como el cambio de combustibles o la electrificación de procesos. Otras, como las herramientas digitales (IA, IoT, virtualización, fabricación aditiva, blockchain) están en expansión y permiten optimizar procesos productivos, logísticos y comerciales. Además, para evitar la producción innecesaria, la eficiencia energética puede fortalecerse con estrategias de economía circular como el ecodiseño, la reutilización de materiales, la remanufactura y manufactura avanzada, la reparación avanzada, el retrofitting o la reingeniería. 

 

Instrumentos de financiación
La otra barrera principal para implementar medidas de eficiencia energética y, en paralelo, de sistemas que contabilicen correctamente los consumos para su optimización, es la financiación. 

Según un informe de Deloitte, serían necesarios unos 380.000 millones de euros de inversión privada en el periodo 2017-2050 para una alta eficiencia energética y otros 340.000 millones de euros para la electrificación de la economía, de los cuales el sector industrial aportaría un 4%. 

Tradicionalmente, la obtención de fondos se ha basado en recursos propios —amortizados con los ahorros generados— y a subvenciones, destacando los fondos Next Generation EU, que incluyen varias líneas dedicadas a la reconversión industrial como el Recovery and Resilience Facility (RRF), ReactEU, InvestEU y el Fondo de Transición Justa. También se mantienen programas de investigación e innovación, como Horizon EU, los Fondos FEDER y el Programa LIFE, con partidas para mitigación del cambio climático y transición energética. 

En el ámbito nacional, también existen fondos específicos de ayuda a empresas como el Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas, el Fondo Nacional de Eficiencia Energética, el Programa de ayudas PYME y gran empresa sector industrial o el Fondo de Reindustrialización y Fortalecimiento de la Competitividad industrial. 

En algunos países europeos, se han implantado sistemas de certificados “blancos” que permiten a las empresas monetizar sus ahorros energéticos a través de agentes de mercado. Las distribuidoras de energía, obligadas por ley a alcanzar ciertos niveles de ahorro, pueden adquirir estos certificados a un coste inferior al de la penalización prevista por la normativa. El último en implementar este sistema ha sido España con los Certificados de Ahorro Energético (CAE), que iniciaron su desarrollo en julio de 2023 y que, a cierre de marzo de 2025, ya han generado 2.321,7 GWh de ahorro a través de 1740 actuaciones. En 2024, se produjeron 1.913 GWh, lo cual supuso el 44% de la obligación total de ahorro energético a nivel nacional. Estos datos demuestran el éxito del esquema para incentivar iniciativas de ahorro gracias a su simplicidad y rapidez en la obtención de liquidez en comparación con las subvenciones. 

Artículo escrito por:
Carlos Marín Head of Origination & Finance responsable del departamento de Eficiencia Energética STX