La transición hacia un modelo energético sostenible ha colocado al biogás y al biometano en una posición estratégica, ya que aprovechan residuos orgánicos para generar energía renovable como alternativa a los combustibles fósiles. España, con su fuerte actividad agroalimentaria y abundantes residuos, tiene un gran potencial, aunque su desarrollo sigue limitado por la falta de un marco regulatorio claro, incentivos insuficientes y ausencia de compromiso político firme.
El biogás se obtiene mediante la digestión anaerobia de materias orgánicas como los subproductos de la industria agroalimentaria, estiércoles, purines, residuos de la agricultura, lodos y residuos urbanos. Tras su depuración, se convierte en biometano, equivalente al gas natural y apto para inyectarse. Asimismo, su huella de carbono puede ser negativa debido al efecto de captura del metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes.
Además de generar energía, el biometano contribuye a descarbonizar, fomenta la economía rural y cierra el ciclo de los residuos al producir fertilizantes a partir del digerido. Estas ventajas ambientales, económicas y territoriales consolidan al biogás y al biometano como pilares de una bioeconomía circular.
El desarrollo del sector en España queda rezagado frente a otros países europeos. Alemania, Francia, Dinamarca o Italia cuentan con decenas de miles de plantas de biogás y más de mil instalaciones de biometano, mientras que en España hay únicamente 16 plantas que inyectan biometano a la red. Esta diferencia refleja un atraso significativo pese a contar con recursos técnicos y materia prima abundante.
El sector enfrenta varios retos que frenan significativamente su expansión, como la falta de un compromiso político firme y de un marco regulatorio estable, que retrasa proyectos e inhibe la inversión de manera persistente. La fragmentación normativa entre comunidades autónomas y la escasa coordinación administrativa complican la planificación y ejecución de nuevas plantas. También, la legislación sobre el digerido es insuficiente, lo que limita su valorización como fertilizante de manera segura y eficiente. Otros desafíos que afronta el sector tienen que ver con la insuficiente información pública o la necesidad de incentivos económicos adecuados (por ejemplo, a las infraestructuras de inyección).
De cara al futuro, el sector también deberá afrontar nuevos desafíos estratégicos y aprovechar oportunidades significativas. La escalabilidad de las plantas y el despliegue de instalaciones serán fundamentales para alcanzar los objetivos de descarbonización y sustituir los combustibles fósiles. La innovación tecnológica, especialmente en digestores anaerobios, purificación de biometano y valorización del digerido, permitirá mejorar la la eficiencia y reducir costes. Además, el biometano puede integrarse con otras fuentes de energía renovable intermitentes, aportando flexibilidad al sistema eléctrico, y contribuir a la descarbonización de sectores difíciles de electrificar, como el transporte pesado, la industria intensiva o la calefacción rural. 
            
        La valorización completa del digerido y la gestión eficiente de residuos deben reforzar al sector agroalimentario, mientras que la producción local de biometano debe reforzar la seguridad energética del país. Por último, la digitalización de las plantas y una comunicación transparente, cercana y divulgativa con la sociedad serán clave para optimizar la producción, garantizar la trazabilidad y mejorar la aceptación social del sector, consolidando un modelo energético sostenible y resiliente.
La experiencia europea ofrece modelos de éxito que España podría adaptar. La clave ha sido establecer plantas de un tamaño adecuado, conectadas al territorio y capaces de generar residuos locales, empleo rural y de fomentar la economía circular. Este desarrollo ha sido posible gracias a marcos regulatorios estables y sistemas de incentivos claros, incluyendo primas por producción, certificación de origen o cuotas de consumo obligatorias.
El biometano posee un papel estratégico en la transición energética española. Su compatibilidad con la infraestructura existente permite descarbonizar sectores complejos, su producción constante aporta estabilidad al sistema y su generación local refuerza la seguridad energética. Para aprovechar este potencial, España necesita un marco regulatorio estable, legislación específica sobre el digerido, incentivos económicos efectivos, coordinación administrativa y una comunicación transparente con la sociedad.
El biogás y el biometano no son soluciones del futuro, sino herramientas del presente. La capacidad del país para liderar en este sector dependerá de decisiones políticas, inversión tecnológica y colaboración entre administraciones. Con voluntad y estrategia, España puede consolidar un sector competitivo, impulsar la bioeconomía circular y contribuir a la descarbonización de su sistema energético.
                            
                                
                                    
                                        Artículo escrito por:
                                        Luis Puchades
                                        Presidente
                                        Asociación Española de Biogás (AEBIG)