Las redes de calor y frío, en el año 2024, han mantenido, como cada año, un crecimiento constante, tanto en número de redes como en potencia instalada.
Desde la Asociación de Empresas de Redes de Calor y Frío (ADHAC) realizamos, desde hace más de una década, un estudio anual sobre la situación de las redes de calor y frío en España, en el marco de un convenio de colaboración con el IDAE. Este estudio nos permite obtener una foto del sector y llevar a cabo un seguimiento de su desarrollo.
La imagen general que nos deja el censo de redes de 2024 es:
549 redes de calor y frío censadas.
Más de 6.800 edificios conectados.
Más de 1.000 kilómetros de longitud.
Más de 320.000 toneladas de emisiones de CO2 evitadas.
Un ahorro medio de consumo de combustibles fósiles respecto a instalaciones convencionales del 70%.
Una potencia instalada de 1.324 MW de calor y de 344 MW de frío.
Una demanda de 1.148.566 MW/hora de calor y 381.492 MW/hora de frío.
Un 80% de las redes emplean energías renovables como principal fuente de energía.
Una de las aplicaciones más interesantes del censo es que nos permite identificar y extraer tendencias del sector en España. En este sentido, la más clara sería que el crecimiento de las redes es positivo y constante.
En efecto, año tras año, el número de redes en España aumenta. Concretamente, de 2023 a 2024, el aumento ha sido de un 3%. Un crecimiento relativamente estable, teniendo en cuenta que en años anteriores ha sido del 3,3%, del 4,5% o del 5,5%. No obstante, no todo son buenas noticias.
Si bien es cierto que el número de redes aumenta (así como la potencia instalada), no menos cierto es que tal crecimiento resulta insuficiente para alcanzar los objetivos de descarbonización fijados para España.
Y es que, aunque el crecimiento de las redes es constante, necesitamos que el crecimiento sea exponencial si queremos alcanzar los objetivos de ahorro de emisiones de GEI, eficiencia energética y reducción de las demandas energéticas que tenemos fijados.
En este sentido, nos encontramos ante un problema complejo. Y, como cualquier problema complejo, no tiene una solución simple que dé respuesta a todo.
Sin embargo, sí podemos señalar algunos puntos que resultan cruciales y pueden servir para poner en marcha el tan necesario cambio de modelo.
En este sentido, resulta necesaria una regulación específica de las redes, lo que aportaría seguridad jurídica al sector e incentivaría la inversión privada, imprescindible para lograr la descarbonización del parque residencial e industrial.
Esta regulación debe ser ambiciosa: las redes de calor y frío deben ser declaradas de utilidad pública y se debe establecer un sistema que acorte los plazos para la concesión de licencias y permisos en lo relativo al desarrollo de nuevas redes. Igualmente, es el momento de ser audaces: la normativa debe contemplar la obligatoriedad de conexión a una red en caso de ser la solución más eficiente.
En estos tiempos que vivimos, ante los retos climáticos y energéticos que debemos afrontar, resulta crucial tener altura de miras y pensar no ya en las decisiones individuales de cada vivienda. Ni siquiera se trata de pensar en el edificio como un todo. Tenemos que hacer un esfuerzo e ir un paso más allá. Se hace necesario pensar en los barrios, en las ciudades, en su conjunto y entenderlos como una unidad. Ahí es, precisamente, donde las redes juegan un papel fundamental y pueden ser el gran aliado para satisfacer las demandas de confort térmico de barrios completos o, incluso, de ciudades.
La oportunidad está ahí, pero el tiempo no juega a nuestro favor. En palabras de nuestra nueva ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico: “No actuar es un lujo que no nos podemos permitir”. Poco cabe añadir a declaraciones tan certeras.
Desde ADHAC creemos que es el momento de actuar y apostar activamente por las redes de calor y frío. Lo contrario sería, efectivamente, un lujo que no nos podemos permitir.
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