El gas renovable, especialmente el biometano, ha ganado protagonismo en los últimos años. ¿Cuál es su percepción sobre el grado real de madurez del sector en España?
Estamos en un punto de inflexión. Hace apenas tres años hablábamos sobre todo de potencial, y hoy ya tenemos más de una docena de plantas de biometano en funcionamiento y centenares de proyectos en tramitación. El sector ha dejado de ser promesa para convertirse en una realidad en marcha. ¿Estamos maduros del todo? Pues aún queda camino, pero estamos en una fase en la que se multiplican las inversiones y la cadena de valor empieza a ordenarse. El objetivo país (al menos 10,4 TWh de biogás y biometano en 2030) es una brújula clara y alineada con la descarbonización.
El Salón del Gas Renovable se celebra los próximos días 1 y 2 de octubre, ¿qué novedades destacaría en cuanto a contenidos, actividades o representación internacional respecto a años anteriores?
La quinta edición va a ser la más internacional y diversa. Reuniremos a más de 250 empresas y marcas de 20 países. Habrá un espacio específico dedicado al digerido, porque sabemos que su valorización es clave para la aceptación social y la economía circular. Algunos países líderes, como Alemania, Italia o Dinamarca, estarán presentes con potentes delegaciones empresariales, y contaremos con actividades de networking para unir a productores de restos y subproductos y consumidores de biometano industrial.
¿Qué tendencias tecnológicas destacan en esta edición del Salón?
Claramente, el upgrading está evolucionando muy rápido: sistemas más modulares, más eficientes y con menos consumo energético. Vemos también mucho interés en capturar y valorizar el CO2 biogénico, y en tecnologías que convierten el digerido en fertilizantes de alto valor o incluso en agua regenerada. Y algo muy positivo: las soluciones digitales que están apareciendo para monitorizar, certificar y dar trazabilidad a todo el proceso.
¿Qué importancia tiene el Salón como punto de encuentro sectorial en este momento clave de consolidación del gas renovable en la península ibérica?
Es el lugar donde todos los actores, desde el agricultor que aporta estiércoles hasta la gran industria que quiere descarbonizarse, pueden sentarse en la misma mesa. En estos dos días en Valladolid se cierran acuerdos, se despejan dudas y se crean alianzas que luego se transforman en plantas reales. Queremos que sea un espacio para explicar con claridad qué aportan estas instalaciones.
España estableció un objetivo de 10,4 TWh de producción de biometano para 2030. ¿Ve factible alcanzar esa cifra con el ritmo actual de proyectos autorizados y en operación?
Si seguimos al ritmo actual, no. Pero si aceleramos los permisos y damos estabilidad al mercado, sí es posible, incluso superarlo. El propio PNIEC ya ha revisado al alza el objetivo, hasta los 20 TWh en 2030. Tenemos materia prima de sobra; lo que falta es agilidad administrativa y señales claras para que los proyectos salten de la carpeta al terreno.
¿Cuáles son hoy los principales cuellos de botella para el desarrollo de nuevas plantas de biogás y biometano?
El principal es la tramitación administrativa, que sigue siendo lenta y desigual según la comunidad autónoma. También la conexión a la red, que ahora empieza a aclararse, pero todavía genera incertidumbre. Y no olvidemos el marco del digerido: mientras no se reconozca plenamente como fertilizante, estamos cojeando.
Desde el Salón del Gas Renovable, ¿cómo valoran la evolución del marco normativo español y qué echan en falta?
Se han dado pasos importantes: el sistema de garantías de origen, la Circular de la CNMC que regula el acceso a la red… Pero echo en falta un marco económico estable, que dé certidumbre a largo plazo, y una armonización entre comunidades para no tener 17 criterios distintos.
¿Qué papel juegan las pequeñas y medianas instalaciones en el mapa del gas renovable? ¿Está suficientemente incentivada su implantación?
Juegan un papel esencial, porque permiten dar soluciones locales a problemas locales. Una planta mediana bien diseñada puede gestionar purines, dar energía a un polígono y generar empleo rural. Ahora mismo, sin embargo, no están suficientemente incentivadas. Hace falta una línea específica de apoyo a estas iniciativas, porque son las que más arraigo social generan.
Muchos actores del sector consideran prioritario repotenciar instalaciones existentes o reconvertirlas a biometano. ¿Está viendo señales claras de este tipo de inversiones?
Sí, cada vez más. Hay varias plantas de biogás eléctrico que están dando el paso hacia el biometano. Es lógico: ya tienen la infraestructura básica, y con la demanda creciente, la reconversión es una vía rápida y eficiente.
¿Qué peso está adquiriendo el sector agroganadero en el desarrollo de biogás? ¿Se articula bien la colaboración entre gestores de residuos y operadores energéticos?
El agroganadero es el pilar de este sector. Los estiércoles y purines son una de las principales materias primas y, a la vez, los agricultores y ganaderos pueden beneficiarse de un digerido estabilizado que mejora los suelos y reduce los olores. La colaboración está mejorando, pero necesitamos más transparencia en los contratos y más pedagogía en el territorio.
¿Qué países o regiones de Europa considera que pueden ser referentes para España, tanto en regulación como en modelos de explotación del gas renovable?
Francia, por cómo ha impulsado la inyección a red con un marco claro y estable. Dinamarca, por el modelo cooperativo agroganadero que integra al sector primario. Y Alemania, por su experiencia en operación y en gestión del digerido. De todos ellos podemos aprender, pero España tiene una ventaja: estamos llegando con tecnologías maduras y podemos evitar errores que otros cometieron.