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El futuro de la energía: generación renovable distribuida y una mayor concienciación

José Antonio Afonso, responsable del segmento Commercial Building de Eaton en Iberia

 El futuro de la energía: generación renovable distribuida y una mayor concienciación

En un momento de gran incertidumbre en cuanto al presente y el futuro del mercado energético, conviene echar la vista atrás para analizar cómo ha evolucionado a lo largo de la historia hasta llegar al momento actual. Podríamos decir que, antes del siglo XX, suministrar energía implicaba interactuar directamente con las fuentes de generación y esto suponía, no solo decidir si se necesitaba energía, sino también dónde podía encontrarse, cómo obtenerla y la mejor forma de utilizarla. La llegada de la energía gestionada de forma centralizada requirió de una gran inversión en exploración de combustibles fósiles, cadenas logísticas a nivel global y las redes energéticas nacionales, pero también facilitó el acceso a los usuarios, que únicamente debían acordar las condiciones de suministro y controlar los costes de consumo.

Las circunstancias han provocado que este enfoque hacia el mercado de la energía empiece a cuestionarse y los propios consumidores empiecen a reclamar una mayor autosuficiencia en la toma de decisiones. Durante la crisis del Covid-19 se registró una caída de la demanda muy significativa y, a medida que se fue recuperando la actividad y las compañías aumentaron su producción, quedó patente que el suministro de energía no iba a ser capaz de satisfacer la demanda. Como consecuencia se produjo un aumento de precios, disminuyeron las reservas de combustible y se planteó un gran reto para las empresas de suministro de energía que habían basado sus modelos de negocio en la disponibilidad de energía a bajo coste en los mercados minoristas.

 

Un nuevo enfoque energético: la generación renovable distribuida
En los últimos meses hemos visto las enormes consecuencias que los precios altos y volátiles del mercado de la energía tienen tanto para las compañías como para los consumidores. A pesar de la tendencia hacia una mayor estabilización, lo cierto es que no se espera que en un futuro próximo se produzca un regreso a la energía de bajo coste. A esta, ya de por sí compleja ecuación, se añade el reto que supone para los productores la necesidad de descarbonizar el sector y aumentar el suministro eléctrico global, de modo que puedan satisfacerse las necesidades de electrificación de grandes usuarios de energía en sectores como la industria y la automoción.

En este complejo contexto, veremos cómo la economía de la energía tiende cada vez más hacia la generación renovable distribuida. Teniendo en cuenta que, en la mayoría de las zonas geográficas ya es inferior el precio por kWp de la generación fotovoltaica al coste por unidad comparable de combustible fósil, la generación fotovoltaica in situ combinada con soluciones de almacenamiento de energía, se plantea como una buena opción para dotar de una mayor autosuficiencia energética a las empresas, que les permitirá hacer frente a los cambios en el mercado energético y ayudar a un sistema de red más flexible y resistente.

Aprovechando la disponibilidad de la energía renovable a un coste marginal casi nulo, otra posibilidad sería pasar de un mercado de energía a un mercado de capacidad eléctrica, lo que supondría que en lugar de centrarse en la producción se base en que la energía esté disponible en el lugar y momento necesario. Esto nos retrotraería al pasado y supondría una descentralización de los recursos energéticos con todo lo que conlleva.

Desde el punto de vista de las compañías, combinar la energía renovable con el almacenamiento in situ puede implicar importantes ahorros si se utiliza para compensar sus necesidades de energía eléctrica y vender el excedente a la red. En el caso de las redes eléctricas, el almacenamiento de energía se presenta como un activo de flexibilidad con bajas emisiones de carbono. Esto les ayuda a gestionar las diferencias entre generación y demanda en la administración de energía eólica y solar intermitente y les ofrece la posibilidad de reducir el refuerzo de la red y las necesidades de capacidad firme.

Todos los cambios que hemos descrito podrán hacerse realidad por la creciente digitalización de nuestros sistemas de energía. Para la transición al cero neto será fundamental la flexibilidad de la demanda, de manera que puedan reducirse las necesidades de determinados consumidores industriales en momentos de bajo suministro para garantizar disponibilidad para sistemas y aplicaciones críticas. Para lograr esta flexibilidad es imprescindible conocer e interactuar con los activos “detrás de contador”, de los que hasta ahora las redes de distribución no disponían de datos granulares.

 

La concienciación, la otra pieza del puzzle
En el nuevo mercado que se empieza a vislumbrar la red adquiere más protagonismo que nunca. A pesar de que ya era un sistema de gran sofisticación para la gestión de la energía, hasta ahora ese flujo ha sido mayoritariamente unidireccional. En una nueva etapa en la que surge la figura de los “prosumidores”, será necesaria una red robusta e inteligente capaz de gestionar un flujo bidireccional. Evidentemente para este cambio la tecnología jugará un papel fundamental, pero ésta deberá ir acompañada de un cambio de mentalidad, que conlleve un usuario más consciente del funcionamiento del mercado energético, así como industrias y gobiernos que acepten el papel del consumidor en la estabilidad de la red.

Pese a todos los esfuerzos que se están realizando en los últimos años para que se produzcan cambios reales, los avances siguen siendo lentos. Para conseguir resultados concretos, serán necesarias innovación y coherencia política que faciliten a las empresas y a los particulares una interacción con la red más inteligente. En el caso de las compañías, además, adoptar nuevos enfoques de gestión de energía se vuelve imprescindible para lograr sus objetivos de sostenibilidad.

Aun así, debemos ser conscientes de que estos cambios no serán inmediatos, puesto que requieren de una modificación radical tanto de la tecnología como de la economía de las infraestructuras críticas actuales.  Y para poder alcanzar los beneficios de la flexibilidad será necesario el despliegue de sistemas inteligentes, bidireccionales y distribuidos a gran escala. En este sentido, la existencia de una regulación clara para el despliegue e integración de los activos de flexibilidad será clave para conseguir una red eléctrica fiable, segura y a prueba de futuro.

 

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Artículos sobre redes inteligentes | 20 de abril de 2022 | 1087

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